VERDAD, PODER Y LUCHA

Parece ser que en el puente de la Constitución, el centro de Madrid era un colapso total de gentío. No cabía un alfiler en la Puerta del Sol y sus calles adyacentes. El metro estuvo parado durante 40 minutos. Una situación un poco caótica debido a la avalancha ciudadana con ansiedad de disfrutar de la mágica Navidad.

Esta sociedad sufre una psicosis con la obsesiva y permanente crisis: en los medios de información, en la calle, en los bares, en las tiendas, en el trabajo, en la parada de autobús… Crisis hasta en la sopa. Y un poquito nos olvidamos de ella, con el fútbol o la telebasura. La gente necesita huir de tan nefasto monotema, y para ello, nada mejor que refugiarse en la “Feliz Navidad” de los belenes, papás Noel, las tiendas y chiringuitos, las luces y las músicas… Porque la Navidad tiene eso, la capacidad de reunir a millones de personas en la calle, cosa que se ven incapaces los desprestigiados sindicatos, desprestigiados partidos políticos, asociaciones, instituciones de toda índole, incapaces digo, de reunir a tanta gente para reclamar el pan, la educación y la salud de nuestros hijos. Consabida pregunta ¿Hasta dónde somos capaces de aguantar con lo que nos quiten para que se lo lleven “otros”?

Lo están consiguiendo, sí. Me refiero a los de “arriba”, los grandes capitales (Eléctricas, UTEs; Bancos; Multinacionales, OPEP, etc). Sociedades que día a día siguen ganando más a costa de la opresión social, los recortes, las reformas que sólo afectan a los no ricos, esto es, a la mayoría ciudadana. Todo cuanto hacen es reírse miserablemente de nosotros. Impotentes, decimos, de no poder luchar contra ellos. Insisto, ¿Es tan difícil colapsar las calles, las plazas con carteles de “NO al Gobierno, No a los recortes” y “SÍ a los recortes a los ricos y los bancos, SÍ, a la Salud Pública, SÍ a la Educación Pública, SÍ, al cumplimiento de los derechos ciudadanos que manda la Constitución” etc. Hacer verdad eso de que “La soberanía reside en el pueblo, del que emanan los poderes del Estado”. ¿Sería posible colapsar el contenido y continente de una nación para reconstruir el Estado que todos quisiéramos? Es difícil, y un claro ejemplo de ello fue cómo los de “arriba” se cargaron el 15M, un movimiento que nació puro para, precisamente, realizar esa labor social e independiente de derechos fundamentales; pureza de espíritu que fue contaminado por los susodichos poderosos.

La política suena a zambomba y pandereta que les hacen tocar los de “arriba”. Porque la mayoría de políticos que gobiernan, cuando dejan de serlo, mayormente se sitúan en los Consejos y relevantes puestos de grandes multinacionales, de ahí sus consentimientos, condonaciones, y otras licencias y garantes que les conceden. Se llama complicidad.

La mayoría del pueblo clama en el desierto. La mayoría coincide en la causa de su NO a la situación. El problema es que no existe la fuerza que aglutine a la sociedad por la causa que nos une. La fuerza que nos convoque. Lo que en su día representaron Ghandi, Martín Lutero, Mandela; ellos fueron la fuerza que movieron a millones de personas para lograr una causa justa.

Lo malo es que los de arriba lo manejan todo tan bien (división de opiniones, la no opinión, los servilismos, las contradicciones, la confusión) que crean una especie de Torre de Babel, haciendo imposible un frente común contra la injusticia y abusos ordenados por los maestros albañiles (Gobiernos) bien dirigidos por los ingenieros (Fondo Monetario, Banco Central Europeo, etc) comandados por los promotores dueños del mundo actual (capitalistas). Porque así, la Torre de Babel que hacemos los albañiles para superar el diluvio que nos anuncian cada día, lo hagamos a su antojo, sin darnos cuenta que el diluvio, el único diluvio son ellos. Cosas del Poder absoluto.

 Eduardo González Ávila 

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