La dictadura capitalista
La dictadura capitalista (2/2)
Ángel Dorado
El capitalismo pretende imponer el “pensamiento único” para destacar el dogma neoliberal entendido no solo como un sistema económico sino como una concepción global de la vida social. No obstante, para muchos millones de personas en todo el mundo cada día está quedando más claro que la democracia y el capitalismo financiero son incompatibles entre sí, puesto que este está acabando con la democracia. También resulta evidente que los supuestos gobiernos del pueblo son ampliamente superados por grupos de presión que toman sus decisiones en anónimos despachos distribuidos por todo el mundo.
Los capitalistas y sus voceros argumentan que no existe otro modelo alternativo, para lo que se apoyan en el fracaso de las políticas comunistas en la Europa del Este. Estando de acuerdo con ese fracaso, tenemos que contar igualmente los innumerables habidos en la historia del capitalismo si aceptamos que el éxito de un sistema económico se mide por su capacidad para cubrir las necesidades básicas de los ciudadanos. Sobre este particular hay que recordar que en la actualidad menos de la cuarta parte de la población mundial tiene garantizados los derechos fundamentales de bienestar, mientras millones de personas mueren de hambre cada año.
Paralelamente, los activos financieros especulativos alcanzan cifras astronómicas cuya gestión escapa a cualquier control democrático y que no se invierten para nada en atender las necesidades reales de las personas. Todo ello se produce con la complicidad de los gobiernos democráticos que mansamente aceptan las órdenes neoliberales que les dicta la Troika y el poder financiero interviniendo la democracia. Órdenes que no se pueden desobedecer, salvo que se haga con la democracia y los derechos humanos como bandera y de esta manera poder encontrar la fórmula para romper este sistema injusto.
Por otra parte, la izquierda europea, formada por los partidos socialistas y socialdemócratas, está como cansada, desaparecida y dice cosas insustanciales, sin olvidar sus traiciones a la clase obrera a partir de los años setenta. Se ha quedado sin espacio en el régimen capitalista. Se ha convertido en servil gestora del mismo.
El panorama expuesto es lo que la democracia permite a la dictadura capitalista. No obstante, aunque las cosas estén tan mal, es imposible que permanezcan así eternamente, quedando, pues, margen a la esperanza.