No me canso de repetirlo. Ya lo dijo Alfonso Guerra: “A España no la va a reconocer ni la madre que la parió”. Y oiga, que nunca ha podido estar más acertado.

 Recuerdo que cuando cumplí los 18 años y recién terminado COU mi única ilusión era estudiar una carrera universitaria. Había elegido la opción de ciencias porque quería estudiar Medicina o, en su defecto, Enfermería.

La nota medio me dio para estudiar Farmacia, pero una enfermedad me dejó KO y tuve que esperar a una mejor ocasión que llegaría años más tarde, pero con una disciplina que aunque tenía que ver con las ciencias estaba muy lejos de lo que habían sido mis primeras opciones: Ciencias de la Información, vamos lo que conocemos como Periodismo.

En mi casa nunca ha sobrado el dinero, así que el sacrificio fue general. Estudié con becas, trabajé los fines de semana, sacrifiqué los veranos haciendo prácticas y, sin duda, conté con el apoyo de mi familia para llevar a delante una de mis pasiones: el estudio.

Hace unos días, escuché estupefacta cómo un funcionario de la administración pública anunciaba, con todo su pesar, que su hijo no podría estudiar el próximo curso en la Universidad “porque las tasas son tan altas que nos resulta inviable”. Cuando el locutor le preguntaba por las becas “ufff, inalcanzables. El año pasado ya no se la concedieron porque hay compañeros en peor situación económica, así que del próximo curso ni hablamos”.

Al hilo de la conversación, un profesor universitario se quejaba de cómo su alumno más brillante (sobresaliente de media) había tenido que abandonar sus estudios a mitad de curso por no poder hacer frente al pago del segundo plazo de la matrícula.

Y no sólo eso. Según un estudio reciente, en España, un 12% de la población empleada está en el umbral de la pobreza. ¿Cómo? ¿Porqué?

A mí, desde luego, no me cuadra todo esto. Estoy cansada de escuchar que estamos ante la generación mejor preparada de la historia. Que la mayoría de nuestros jóvenes tienen que salir fuera de España para poder labrarse un futuro. (Prefiero obviar el calificativo que emplea la ministra Báñez porque me parece una tomadura de pelo). Pero lo peor viene ahora porque a la generación mejor preparada le va a tomar el testigo la generación perdida. Estos sí van a ser NiNis, pero no por elección, sino por obligación.

Y entonces? Después del retraso que nuestro país ha sufrido con respecto a nuestros vecinos europeos, ¿vamos a tener que dar un frenazo y marcha atrás por la mala gestión de quienes con nuestro voto se han erigido en defensores de lo propio y dilapidadores de lo ajeno?

Cuando escucho que con la reducción económica en la cuantía de las becas, el ministro Wert pretende ahorrar miles de euros me indigno. ¿Ahorrar? No señor, no. No va a ahorrar usted un céntimo. Porque ese dinero que hoy niega a los estudiantes es un dinero que mañana va a necesitar para formar a mayores que en su día no tuvieron la oportunidad de formarse precisamente por ese ¿ahorro?

A lo mejor, la austeridad podría venir por otra parte. A saber. ¿Cuánto dinero ahorraríamos si sus señorías cobrasen, igual que el resto de los españoles, el suelo mínimo interprofesional? ¿Cuánto dinero ahorraríamos si sus señorías no se beneficiasen de unas dietas por alquiler de vivienda en Madrid, aún cuando la práctica totalidad de ellos disponen de vivienda propia en la capital? ¿Cuánto dinero ahorraríamos si los partidos políticos sólo se financiasen del dinero de sus afiliados? ¿Cuánto dinero ahorraríamos si sus señorías no se beneficiasen de una reducción en el precio de los menús que tan alegremente degustan en el Congreso? ¿Cuánto dinero ahorraríamos si los banqueros de aquellas entidades que han recibido dinero público tuviesen unos suelos acordes con los del resto de los españoles? ¿Cuánto ahorraríamos si las pensiones de políticos y banqueros se rigieran por los mismo términos que el resto de los ciudadanos patrios? ¿Cuánto dinero ahorraríamos si nuestros eurodiputados viajasen en clase turista, cobrasen el sueldo mínimo interprofesional y tuviesen unas jubilaciones acordes con el resto de los ciudadanos de este país?

Estoy convencida de que si a la hora de recortar empezasen por los beneficios de que disfrutan, otro gallo cantaría. No me sirve con decir que los diputados de Castilla-La Mancha no cobran un sueldo por sus funciones. Ni es verdaderamente cierto ni es verdaderamente justo. Cobran dietas por asistencia que si hacemos cuentas creo que salen unos 1.600 euros al mes. Juzguen ustedes mismos.

Lo único verdaderamente cierto es que nosotros votamos cada cuatro años a los dirigentes que creemos, con sus proyectos, van a ser mejores gestores. Pero esto no les da ‘patente de corso’. La mayoría absoluta o la minoría no es una bula para hacer lo que nos da la gana. Y, mucho menos, para arrodillarnos ante el mandato de quienes desde un sillón a miles de kilómetros de nuestro país decide lo que tenemos o no tenemos que hacer. Los ciudadanos, merced a nuestra Constitución, tenemos el derecho y la obligación de examinar a nuestros dirigentes todos los días. Les hemos dado permiso para trabajar en nuestro nombre y por nosotros, pero no para trabajar a nuestras espaldas y sin nosotros.

Rosa Nogués         http://miscontras.wordpress.com

 

 

 

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