Descifremos el mensaje.
Algunos sectores económicos y políticos han encontrado en el lenguaje un gran aliado para alcanzar su objetivo: introducir en la sociedad medidas ideológicas con las que consiguen beneficios y privilegios a costa de una merma en la calidad de vida del resto de la población; podríamos afirmar que su lucro privado es directamente proporcional a la pérdida de los derechos y libertades de la mayoría de los ciudadanos. Y todo ello, pretenden conseguirlo de forma muy sibilina, sin causar mucho revuelo entre los expropiados, siendo el lenguaje una de sus herramientas más valiosas. Así, se sirven de eufemismos dulcificadores; palabrejas difíciles de comprender y pronunciar; o simplemente recurren a la inventiva, creando un diccionario de la RAE paralelo.
Jamás utilizaran un lenguaje directo, claro y conciso, no vaya a ser que los ciudadanos se enteren de lo que realmente se pretende. Por ello, cuando llevan a cabo una subida de impuestos nos hablan de un «cambio en la estructura impositiva» y cuando su objetivo es la privatización de servicios públicos les escuchamos la palabra «externalización»; la recesión económica será un «crecimiento negativo»; y hacen referencia al «envejecimiento activo» cuando nos quieren comunicar una ampliación en la edad de jubilación. Tengan presente que ellos nunca pronunciarán la palabra «recortes», ésta será sustituida por «racionalización» u «optimización»; ni tampoco emplearán la palabra «despidos», sino que nos hablarán de una «regulación de la plantilla». Los defensores del despido libre frente al despido causal aluden a la «flexibilidad en el empleo»; y ¿qué mejor que anunciar a los pensionistas que perderán poder adquisitivo al no revalorizarse sus pensiones conforme al IPC con un vocablo difícil de pronunciar como es la «indexación»?
Asimismo, merece un especial recuerdo el fango en el que se metieron María Dolores de Cospedal y Carlos Floriano cuando querían demostrar a toda costa la desvinculación de Luís Bárcenas con el Partido Popular. Aquí sí que fueron originales con el «finiquito fraccionado», la «indemnización en diferido» y el salario «simulado».
No permitamos que este lenguaje nos nuble y confunda; aprendamos a descifrar el mensaje; y mantengamos nuestro pensamiento crítico. Con la ignorancia somos fácilmente manipulables, con el conocimiento somos poderosos.
Inés Sandoval Tormo