Charla-coloquio Cuidados al final de la vida por Fernando Marín Olalla Médico, AFDMD

Cuidados al final de la vida. Fernando Marín Olalla Médico, AFDMD.

Cuidados al final de la vida

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Morir es cotidiano, cada día muere en España algo más de un millar de personas, un tercio de forma inesperada, el resto, la mayoría, tras un proceso de enfermedad o deterioro que durante meses o incluso años anuncia que el final está cerca.

Cualquier ser humano debería morir con dignidad, vivir hasta el último minuto siendo digno del respeto y la atención de los demás, de acuerdo con lo que cada uno desea para sí mismo, según sus creencias, sus valores y su voluntad, tomando sus propias decisiones, en ocasiones de forma anticipada mediante el testamento vital. Pero desgraciadamente hoy día en demasiados casos se muere mal.

Por una parte, socialmente la muerte continua siendo un tabú y esa es la primera dificultad para aceptar que vivir es morir y que sin la muerte no se puede entender la vida. Todo lo que nace muere, todo lo que aparece desaparece, desde el mismo instante en que nacemos empezamos a morir, cada día, a cada rato, vivimos y morimos, despidiéndonos, marchándonos poquito a poco. Sin embargo, muchas personas tienen miedo, a la muerte, al misterio, a lo desconocido, siendo incapaces de afrontar el final como un fenómeno natural no necesariamente dramático. Este es el primer objetivo de los cuidados al final de la vida: afrontar la finitud.

En este país, una mala atención al final de la vida no se produce por falta de recursos, sino por exceso; es decir, no por hacer de menos, sino de más, por tratar a los enfermos avanzados o terminales igual que a los potencialmente curables, llegando a situaciones de encarnizamiento u obstinamiento terapéutico que en lugar de mejorar su confort, empeoran su calidad de vida. Esta mala muerte no tiene un único culpable (el médico), sino que todos contribuimos en mayor o menor medida a que demasiadas veces, aunque “se la veía venir”, la muerte aparezca como una extraña, sin haberla previsto, desperdiciando la oportunidad que ofrece el proceso de enfermedad de afrontarla  y recibirla como se merece: como un acontecimiento natural que forma parte de la vida, como un paso más, el último de este mundo.

Morir bien no depende tanto de dónde, sino de cómo. Lo más importante es “que te quieran” y, en segundo lugar, que te cuiden bien, con respeto. Los cuidados paliativos son una manera de hacer medicina para la que el individuo no es una enfermedad ni un proceso terminal, es un ser humano global, con una biografía, un entorno social, una manera de ser y estar en el mundo y unas expectativas que son diferentes para cada persona. Con todo ello, con sus recursos y sus temores, cada uno ha de vivir su vida de la mejor manera posible hasta el final, a ser posible cuando cada persona decida.

Los cuidados al final de la vida deben ser sencillos. Detalles como la decoración, el color, la luz, el olor, el ruido de la convivencia, las visitas de seres queridos, los horarios, cobran especial importancia, ayudando a mitigar el dolor y mejorar el bienestar de enfermo y familia. Pero cuidar es física y emocionalmente costoso. El tratamiento de síntomas como dolor, mantener la piel limpia, seca e hidratada, los cambios posturales, la higiene bucal, el cuidado de los ojos, la alimentación, las dificultades de comunicación, etc., etc., hacen que cuidar a una persona al final de su vida sea una tarea hermosa y comprometida que exige tanto amor como valor para llevarla a cabo, una experiencia muy satisfactoria cuando se comparte el propósito último de los cuidados paliativos: morir en paz.

Fernando Marín Olalla  Médico, AFDMD

 

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