Banalizar el mal (1/2)
Banalizar el mal (1/2)
Con demasiada frecuencia políticos más o menos principales, la inmensa mayoría del PP, sin la más mínima prudencia banalizan el mal al utilizar alegre y ofensivamente las palabras nazismo, fascismo y ETA para descalificar, cuando no criminalizar, determinadas acciones pacíficas de ciudadanos que les molestan, dado que con toda crudeza ponen en evidencia las injusticias con las que el capitalismo saqueador les golpea, mientras que los gobiernos del dolor no hacen nada para evitarlas.
Veamos las palabras de algunos políticos banalizando el mal: María Dolores de Cospedal en dos ocasiones calificó de “nazismo puro” y “fascismo” los llamados escraches a políticos por los activistas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y otros movimientos sociales. Ante tal barbaridad, familiares de deportados y exterminados del campo de concentración nazi de Mauthansen y otros escribieron una carta abierta a la citada importante señora de la que destaco dos párrafos: “No podemos tolerar que se siga menoscabando los millones de muertos”. “No podemos permanecer callados cuando se falta a la memoria de aquellos que fueron encerrados, torturados, anulados y exterminados por motivos políticos, religiosos, étnicos o de tendencia sexual”. La susodicha no se dio por enterada. España es diferente, qué triste.
También Francisco Vázquez, exalcalde socialista de A Coruña, banalizó el nazismo cuando dijo: “No hay diferencia entre un judío perseguido por los nazis y un niño catalán por hablar español”. A este le siguió el también socialista Juan Carlos Rodríguez Ibarra, expresidente de Extremadura, cuando comparó al presidente de la Generalitat, Artur Mas, con Hitler. Se quedaron tan panchos.
A Esperanza Aguirre, expresidenta de la Comunidad de Madrid, y a Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en esa Comunidad, igualmente se les calentó el cerebro al acusar a los activistas de la PAH por los escraches de “imitadores del matonismo de los seguidores de ETA” y “que tienen que ver con el entorno de ETA”.
Las tres políticas de derechas dicen tales indignidades para desviar la atención del verdadero problema de fondo, es decir, los miles de desahucios injustos que se llevan a cabo por la inhibición del Gobierno y las ansias de las elites financieras.
Por otra parte, siento preocupación cuando veo a jóvenes del PP en fotografías con banderas y símbolos franquistas o saludando al estilo fascista, entre otras lindezas. Algunas “gestas” de los cachorros del PP se han producido en Vila-Real (Castellón), Miguel Esteban (Toledo), Canals (Valencia), Xátiva (Valencia), Gandía (Valencia), Bollullos del Condado (Huelva) y Guadalajara. O sea, que, así, de repente y sin aviso, estos jóvenes son más fascistas que demócratas. Como dice mi anciana madre: “Han entrado en la democracia, pero la democracia no ha entrado en ellos”.
¿Qué no habremos hecho bien los españoles en los 36 años de democracia para que de un tiempo a esta parte esté resurgiendo la necia nostalgia del franquismo? ¿Cómo es posible que no esté olvidada la liturgia franquista? ¿Por qué se reaviva? ¿Será porque a los niños en los colegios no se les ha explicado lo que supuso la dictadura y cuáles fueron sus orígenes? ¿Tendrá algo que ver la democracia de baja calidad que surgió de la Constitución de 1978, aunque se nos vendiese como una democracia avanzada? ¿Tantas heridas cerramos en falso con esa Constitución?
Ángel Dorado