¿A quién beneficia el descrédito de la política?
¿Tiene sentido hablar de «los políticos» en general? ¿Es lo mismo Fabra que Alberto Garzón? ¿A quién beneficia que se reduzcan concejales en los ayuntamientos o diputados en un parlamento autonómico? ¿Todos los políticos son iguales? ¿Y todos los jueces? ¿Qué papel juegan los bancos en todo esto?
En España necesitamos una democracia real, y no esta democracia de baja calidad tremendamente acosada por un poder económico que tiene nombres, apellidos e intereses. Porque, como sabemos, una cosa es el gobierno y otra el poder. Y luego están los que tienen más poder todavía, y también los que seguramente tenemos más poder del que nos pensamos, sobre todo si actuamos junto a otros. En cuanto a la pregunta que sirve de titular a este artículo, no sé si acertaremos con la respuesta de a «quién beneficia», pero lo que sí está claro es a «quién perjudica el descrédito»: a todos aquellos que no tienen otras vías para hacer valer su opinión que la democracia, el voto, el trabajo… Sospecho que al presidente del Banco Santander los recortes en educación pública o la falta de pluralidad en Televisión española le preocupan lo justo.
La concentración de la propiedad de la banca, de las grandes empresas y de los principales medios de comunicación es tan alta en España que «1.400 personas, que representan el 0,0035 por ciento de la población española, controlaba [hace 5 años] recursos que equivalen al 80,5 por ciento del PIB» (Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España, p.39). De hecho, el control por parte de la banca de los grandes grupos de comunicación españoles es prácticamente total y no ha dejado de crecer «con la crisis» (Ver Traficantes de información. La historia oculta de los grupos de comunicación españoles, de Pascual Serrano; y una versión más actualizada de los datos enla Revista Mongolia, p. 43, Extra julio/agosto 2012)
Aunque estos son rasgos de sistema (capitalista), en nuestro país, especialmente, el poder está concentrado en muy pocas manos. Manos a las que les interesa sobre todas las demás dos cosas: una, que quede claro que cada uno a lo que se tiene que dedicar es a «salvar su culo» y que «no hay alternativa a su modelo económico y social» entre otras cosas porque «todos los políticos son iguales»; y dos, que unas instituciones débiles y una clase política desprestigiada son la mejor garantía para que ellos puedan hacer y deshacer a su antojo. Pero claro, sucede que más que clase política, hay políticos de muchas clases. Los hay que son brazos ejecutores del poder, y los hay que se enfrentan a los poderosos.
Evidentemente la política que busca el bien común y que quiere evitar la degradación de las condiciones laborales o ambientales, también tiene que cambiar para que sea más influyente y que más personas se sientan cómodas a su lado. Partidos políticos de izquierdas y ecologistas como al que yo pertenezco, Izquierda Unida, tienen que abrirse más, comunicar mejor. Y claro que tenemos que ser humildes, generosos, audaces, porque como ciudadanos que queremos cambiar la situación necesitamos a la política más que nunca. ¿Cómo si no pasaremos de «la dictadura del dinero hacia la democracia de los ciudadanos»? Rehabilitemos esa política que puede ayudar a los proyectos sociales y económicos a favor de la igualdad, la política que suma a diferentes colectivos, que busca aquello que nos une, y no lo que nos separa. Con las palabras, pero sobre todo con nuestros actos.
Javier Manzano